La vid en pleno desarrollo necesita unas condiciones adecuadas de hu medad en el suelo, sobre todo cuando las temperaturas sean más altas. La frecuencia del riego se determinará en función de las características del clima y del suelo. Si las raíces están dentro del invernadero, será preciso regar generosamente cada 7 o 10 días, y dando por supuesta la existencia de un buen drenaje no hay riesgo de anegación. Se debe regar a conciencia, de manera que la humedad penetre hasta varios centímetros de profundidad en el suelo del arriate. Si las raíces están fuera del invernadero, este riego se producirá de forma natural la mayor parte de los años, según la frecuencia de las lluvias, pero no se debe descuidar el riego en ocasiones de sequía.
La nutrición resulta necesaria durante el período de actividad vege tal i va. Para obtener una fruta de calidad se requiere un fertilizante con una buena dosis de potasio; cualquiera de los fertilizantes disponibles para tomateras resulta muy adecuado. Se suministrará en una solución de agua, a intervalos de dos o tres semanas, desde un mes después del comienzo del desarrollo hasta la maduración del fruto.
A veces, la vid puede carecer de vigor, como consecuencia de una fructificación excesiva, por vejez, o debido a la pobreza del suelo. En estos casos habrá que favorecer el crecimiento con un fertilizante gene ral; por ejemplo, uno que contenga nitrógeno, fosfatos y potasio en iguales proporciones. También puede ser adecuado uno rico en nitróge no. Sólo debe utilizarse desde abril hasta mayo.
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