La vid se debe podar inmediatamente después de que pierda las hojas, lo que sucede por lo común a finales de noviembre o en diciembre. En esta época conviene mantener el invernadero bastante frío, a fin de que la vid hiberne. Esto se consigue ventilando lo mejor posible después de la cosecha, para asegurar que el crecimiento del año en curso resulte plenamente satisfactorio. La poda invernal evita el riesgo de un llanto excesivo de la savia en primavera, que puede ser un llanto prolongado y abundante y, aunque existen varios remedios, ninguno es totalmente eficaz. Si no se puede evitar la poda tardía, conviene pintar los cortes con un producto adecuado inmediatamente después de la poda; esto ayuda a contener la savia, pero es mucho mejor prevenir que curar.
Una vez establecido el sistema de vara y espolón, la poda de invier no consiste en cortar todos los pámpanos del año anterior (a excepción de los necesarios para el reemplazo y crecimiento), dejando sólo una o dos yemas del tallo antiguo. Una yema será suficiente si es robusta y está orientada hacia abajo. Pero muchas veces la yema de base es pe queña y no dará pámpanos; conviene, por lo tanto, podar a dos yemas porque así tendremos dos brotes y, en caso de que uno se dañara o se rompiera, siempre nos quedaría el otro para llenar un espacio que si no quedaría vacío.
La vid de invernadero se puede cultivar con un sistema de poda por reemplazo. Para llevarlo a cabo se requiere más oficio, pero en general la fruta tendrá mayor calidad. Este sistema de poda invernal es muy parecido al método Guyot para el cultivo de la vid a cielo abierto. Cada año crecen dos nuevos sarmientos principales; uno de ellos se conserva para que fructifique, y el otro se poda a dos yemas para que produzca las dos varas de reemplazo el año siguiente. El sar miento que ya ha fructificado se elimina completamente.
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