La vid tolera una amplia gama de suelos, siempre y cuando tengan una profundidad mínima de 30 cm y el drenaje sea bueno. Los abonos li vianos o medios son los ideales, pero si el suelo es muy fértil pueden surgir problemas a causa del excesivo vigor de la planta; por el contra rio, si el suelo tiene poca profundidad y se asienta sobre tierras calizas que induzcan clorosis, se obtendrá un desarrollo pobre en las tempora das muy secas. Los suelos ácidos necesitan aporte de cal para lograr un pH comprendido entre 6,5 y 7,0.
Las raíces de la parra son profundas, y no toleran un suelo mal dre nado ni un estrato duro e impenetrable bajo la superficie. Cuando el drenaje resulta dificultoso, debe evitarse la arcilla dura, pero si esto no fuera posible, habría que instalar un sistema de drenaje de algún tipo en una primera etapa de preparación del suelo. El tipo de sistema de penderá del tamaño de la plantación. En un área pequeña, destinada a una o dos vides, bastará un simple desagüe de 69 X 75 cm, construido con trozos de ladrillos refractarios y cascote. Para áreas más grandes, destinadas a dos o más hileras, habrá que pensar en drenajes de tejas o de plástico, e incluso puede ser necesario un sistema de drenaje a punto de espiga.
La tierra en la que se ha de plantar debe prepararse bien de ante mano, con un doble desfonde destinado a deshacer las capas duras. Asegúrese de que el suelo no contenga malas hierbas y, si es necesario, agregue tierra con cal. No resulta ventajoso un suelo demasiado rico, y no se requerirán abonos orgánicos pesados a menos que el suelo sea pobre. Incluso en ese caso, bastará con aplicar una fina capa de abo no bien descompuesto o un compost en la base de cada surco. Como última etapa preparatoria, justo antes de plantar, rastrille con el fertili zante de base John Innes o Growmore, en una cantidad equivalente a 100 g/m2.
Plante en cualquier momento desde octubre hasta marzo. Las vides débiles, cuyo espesor no supere el de un lápiz, pasarán mejor el invier no si se las salvaguarda de un ambiente frío y se trasplantan al exterior cuando haya pasado el peligro de las heladas. La mayor parte de las plantas que suministran los viveros son de sus propias cepas. Algunos patrones son más adecuados que otros para ciertos tipos de suelos.
Una implantación firme resulta esencial. Las raíces de las vides jó venes (que a menudo se han desarrollado en una maceta) deberán separarse con cuidado para favorecer un asentamiento rápido. A conti nuación habrá que cubrirlas con una capa de abono algo descompues to, o bien con compost, de manera que las yemas inferiores queden cu biertas durante el invierno. Si las plantas tienen injertos, habrá que cubrir la unión durante el invierno. En primavera, la capa de abono deberá retirarse del tronco con suavidad. La unión del injerto tendrá que quedar por encima del nivel del suelo para evitar que se arraigue un vastago, porque si esto llegara a ocurrir desaparecería el efecto del patrón sobre la vid, y la planta no resistiría a la filoxera.
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