Durante el apogeo Victoriano de la propiedad privada, y en cierto modo hasta principios del siglo veinte, se cultivaba la vid en invernaderos es peciales destinados a ese fin.
En algunos grandes jardines pertenecientes a particulares había in cluso invernaderos independientes, en función de la época del año en que maduraba la uva; es decir, había invernaderos para uvas tempra nas, de media estación o tardías. Sin embargo, lo más corriente era di vidir el invernadero en secciones que tenían temperaturas diferentes, adaptadas a cada época de maduración.
Después de la guerra desaparecieron los especialistas especialistas de la vid, y muy pocos siguieron cultivando viñedos en invernadero. Sin embargo, últimamente el interés por este asunto se ha incrementado, y muchos hortelanos aficionados han descubierto que, incluso en inverna deros pequeños, las vides pueden crecer encima de otras plantas, en el techo, y que pueden obtener así una buena cosecha de uvas. También puede resultar eficaz cultivar la vid en macetas; en este caso, se obten drán buenos resultados en un invernadero pequeño, de 2,4 m X 1,8 m.
La mayoría de las uvas de mesa necesitan la protección del vidrio para madurar bien y alcanzar su plena sazón. Algunas variedades, par ticularmente en el caso de la uva moscatel, necesitan calor artificial du rante la primavera y en especial durante la floración, para facilitar la polinización, y también durante el otoño para lograr su plenitud de sabor. Dado el coste de los invernaderos y del combustible, y el labo rioso trabajo necesario para mantener la vid bajo control, resulta acon sejable cultivar en el invernadero sólo las uvas de mesa, dejando fuera las que se destinen a la producción de vino. El factor limitante es la al tura, aunque en el invernadero de tamaño pequeño la corriente actual tiende a dar una buena altura a los aleros del tejado de modo que el problema es menos significativo.
La estructura ideal para la vid es un invernadero con techo a una sola agua y orientado al sur. El techo abarca toda la anchura de la construcción, y ofrece así la mayor superficie posible para la extensión de la vid. Al mismo tiempo, el muro posterior acumulará una reserva de calor en los días soleados, transmitiéndolo a la estructura durante la noche. Sin embargo, la vid también puede encontrar un ambiente ade cuado para su desarrollo en un invernadero normal.
La vid se puede cultivar con calefacción o sin ella. En el segundo caso, la cosecha será tardía y el número de ejemplares que madurarán bien será menor. En un invernadero con calefacción la vid empezará a desarrollarse a mediados de febrero, para madurar en julio o agosto, se gún la variedad que se cultive. En un invernadero frío empezará a de sarrollarse en marzo y se cosechará a finales de agosto y durante todo el mes de septiembre.
La vid que se cultiva sin calefacción se puede plantar al raso, y guiar el sarmiento principal (llamado vara) hacia adentro, practicando un agujero en la parte inferior de la pared del invernadero. También se puede plantar dentro, y dejar que las raíces se extiendan fuera del in vernadero. Las vides que se cultivan en invernaderos con calefacción se plantan mejor si se construye un arriate con este fin. Si las raíces están dentro, el hortelano controlará mejor las cosas, y el éxito y el fracaso dependerán de su prudencia y de sus conocimientos. Este método re sulta ventajoso en las zonas más frías (del país), donde hay que empe zar con más antelación, o cuando existe el riesgo de que las raíces crezcan hasta lugares donde se pueden anegar durante el invierno. En el pasado se sostenía siempre que, en el caso de las uvas tempranas, el arriate interior garantizaba que las raíces crecieran al mismo ritmo que los brotes. Sin embargo, se trata de un consejo perfeccionista, y hoy en día, en la mayor parte de los casos, se pueden cultivar satisfactoriamen te en el exterior con sencillos preparativos preliminares y una atención menos frecuente al riego y a los fertilizantes.